JOSÉ POYATOSDel abanico a los paraguas. La lluvia llegó, ayer, a la provincia como agua de mayo para miles de olivareros que veían cómo su cultivo peligraba, aún más, por la falta de precipitaciones. No fueron muchos los litros registrados, pero la buena noticia es que hoy, y sobre todo mañana, las borrascas se intensifican.
La sequía pluviométrica que vivía la provincia desde hace 128 días encontró, ayer, en la tormenta tropical Nadine y en un frente frío a su peor enemigo. Desde las ocho de la mañana, los cielos de prácticamente los 97 municipios jiennenses se encapotaron para dar paso a las esperadas y ansiadas lluvias, que fueron algo más intensas a partir de media mañana. Aun así no se contabilizaron muchos litros. No se sobrepasaron los 12,3 registrados en Santa Elena, el municipio más húmedo, pero no importó. Porque, a pesar de que no fueran abundantes, las precipitaciones consiguieron un efecto muy importante en la ciudadanía, principalmente en el sector olivarero. Rompieron con un desánimo acarreado día tras día, limpiaron el ambiente, hicieron olvidar el tórrido verano —uno de los más calurosos de las últimas 4 décadas— y, casi lo más importante, infundieron esperanza a los profesionales del campo.
Y es que el olivar estaba ya en una situación extrema. Las lluvias de ayer, y las que vienen, servirán, a corto plazo, para engordar la aceituna y mejorar el estado de ánimo de los olivareros. A largo favorecerán la formación de aceite (lipogénesis), aliviará el estrés hídrico —la sed de los árboles— y harán que el cultivo tenga mejor desarrollo vegetativo con vistas a la próxima campaña. En definitiva, que ayer, hoy y mañana llueve auténtica riqueza para la provincia.
El goteo fue constante durante todo el día, pero no se superaron los 10 litros por metro cuadrado en la mayor parte del territorio jiennense.
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