09.05.13 - 21:42 - MIGUEL LORENCI | MADRID
Sus 'perlas'
De haber nacido en Estados Unidos y trabajado en Hollywood
se habría ido de este mundo con un par de Oscar en el zurrón y el
reconocimiento universal como de los grandes actores del su oficio. Pero
Alfredo Landa, fallecido este jueves a los ochenta años, había nacido
en Pamplona y rodado en España, de modo que su enorme talento, siendo
parejo al de colegas como Jack Lemmon o Walter Mathau, no brilló a la
altura que merecía en el cine internacional. Cómico genial y de
excepcionales dotes dramáticas, este Jano del cine ibérico que alternó
sus caras cómica y trágica, amante del mus, el vino y el buen yantar,
nos deja con tres goyas en su palmarés, reconocido como mejor actor en
Cannes y ‘empotrado’ en la memoria colectiva de las varias generaciones
de españoles que rieron y lloraron con el padre del ‘landismo’. Su
muerte cierra una época y nos deja en herencia un subgénero tan genuino
como inimitable, fruto de un talento poderoso del que nos permitió
disfrutar a lo largo de más de medio siglo.
Un genio múltiple y portentoso que le permitió ser el actor
cómico mas señero de su época, al tiempo que inscribía su nombre con
letras de oro en los anales del cine dramático y de autor, con
memorables interpretaciones como el Paco el Bajo de ‘Los Santos
Inocentes’, de Mario Camus, el detective Germán Areta en ‘El crack’, de
José Luis Garci, uno de su directores fetiche, el Sancho que dio la
réplica a Fernando Rey en la serie de Gutiérrez Aragón con guion de
Cela.
En una carrera desigual y plagada de altibajos se convirtió
pronto en uno de los actores más queridos por el público y respetado
del cine español. Pamplonés de nacimiento y donostiarra de adopción,
Alfredo Landa se dedicó desde muy joven al teatro profesional, labor que
alternaría luego con el cine, el doblaje, la televisión y la
publicidad.
Nacido en la capital navarra el 3 de marzo de 1933, debutó
en el teatro en San Sebastián. Saltó a Madrid en 1958 con la obra
‘Nacida ayer’, y durante tres temporadas formó parte de la compañía
titular de teatro María Guerrero, estrenando entre otros títulos ‘Eloísa
está debajo de un almendro’, ‘Los caciques’ o ‘Juana la Lorena’. Se
atrevió hasta con la comedia musical americana, donde cantaba y bailaba,
en ‘Yo quiero a mi mujer’. “Los primeros aplausos que recibí fueron un
destello y un relámpago; oí un voz que me dijo ‘tú tienes que ser
cómico’. No habría sabido ser otra cosa”, explicaría Landa.
Vis cómica
La alternativa en el cine le llegó en 1962 de la mano de
José María Forqué, que le ofreció a sus 29 años un memorable y
entrañable papel en ‘Atraco a las tres’ junto a José Luis López Vázquez y
Gracita Morales. Desde entonces no dejó de trabajar en un medio que
explotó su vis cómica y en el que encadenó casi centenar y medio de
títulos a las órdenes de todos los grandes de nuestro cine, pero también
de los más comerciales y oportunistas.
Intervino en ‘El verdugo’ y ‘La vaquilla’ de Luis García
Berlanga, protagonizó ‘El crack’ de José Luis Garci, ‘El bosque animado’
y ‘La marrana’ de José Luis Cuerda, y ‘Los Santos Inocentes’ de Mario
Camus, por cuya interpretación ganaría el premio de Cannes al mejor
actor en 1984, o en ‘Tata mía’, de Jose Luis Borau. Pero la enorme
popularidad que alcanzó se debe a la parte más casposa, machista y
carpetovetónica de su carrera, a una hilarante y constante presencia en
las españoladas y cintas de destape de los setenta.
La filmografía que apuntala ese genuino e inimitable
‘landismo’ se alimentó de títulos como ‘La niña de luto’, ‘Nobleza
baturra’, ‘Los guardiamarinas’ ‘¿Qué hacemos con los hijos?’, ‘Las que
tienen que servir’, ‘Los subdesarrollados’ o ‘Cateto a babor’, ‘Vente a
Alemania, Pepe’, ‘Manolo, la nuit’, ‘París bien vale una moza’, ‘Lo
verde empieza en los Pirineos’ o ‘No desearás al vecino del quinto’,
botones de muestra del registro 'landista’ que el propio acto definió
como “una forma de ser, de actuar y de ver la vida”.
Con ‘No desearás al vecino del quinto’ arrasó en taquilla
al principio de los setenta, cinta que solo sería destronada como la
película más taquillera del cine español por ‘Torrente 2’ casi cuatro
décadas después. “Yo no creé esa palabra, pero estoy agradecidísimo al
tío que la creó. El landismo ha marcado y, aunque muchos se han referido
a él peyorativamente, hoy se habla de él como un fenómeno de la
sociedad del que no reniego”, repetía. Estaba orgulloso además de
“encarnar al macho ibérico”, al bajito reprimido que mira con descaro
las tetas del suecas que llega a la playas españolas de los setenta, y
de que “aquellas películas que siempre hice con ilusión” siguieran
teniendo tirón muchos años después.
Garci, una relación de ida y vuelta
En 1976 llega ‘El Puente’, de Juan Antonio Bardem, y en
1979 ‘Las verdes praderas’, primera colaboración con Garci y punto de
inflexión en la carrera de Landa, que se descubre como actor de calidad
en el registro dramáticos. Repite con Garci en ‘El crack’, ‘La próxima
estación’ y ‘El crack II’ y se consagra con ‘Los santos inocentes’, el
filme de Mario Camus basado en la novela de Miguel Delibes y por el que
obtuvo la palma de Cannes compartida con su compañero de reparto Paco
Rabal.
José Luis Garci fue uno de sus directores talismán y con él
repetiría de nuevo en ‘Canción de cuna’, ‘Historia de un beso’,
‘Tiovivo c.1950’ y ‘Luz de Domingo’, su despedida de la interpretación.
Una amistad de cuatro décadas que fue muy intensa pero que se truncó
cuando un Garci en permanente guerra con la Academia de Cine se negó a
entregar a Landa el Goya de honor que recibiría de manos de Pepe
Sacristán y José Miguel Rollán en 2007.
Pasado el sarampión del destape, y relativamente olvidado
por el cine, en la televisión encontraría un refugio de madurez
dignificando con su presencia series como ‘Ninette y un señor de Murcia’
y ‘Tristeza de amor’ a mediados de los ochenta y ‘Lleno por favor’ y
‘Por fin solos’ en los noventa.
Reconocimientos
Apartado de las cámaras en 2008, con problemas de salud
cada vez más evidentes, recibió el premio de la Unión de Actores por su
papel en ‘Luz de domingo’, de José Luis Garci, la Medalla de Oro del
Ayuntamiento de Madrid y el Premio Príncipe de Viana a la Cultura 2008
en su Pamplona natal y de manos del Príncipe de Asturias.
Puro carácter, hombre de bien y con el corazón a la
derecha, él mismo recorrió su vida en ‘Alfredo el Grande. Vida de un
cómico’ en 2008 auxiliado por el periodista y crítico Marcos Ordóñez.
“No hablo mal de la gente, solo constato la realidad”, dijo en un repaso
a su vida en la que repartía leña y calificaba al productor José Luis
Dibildos de “timador profesional” o a la actriz Gracita Morales de
“caprichosa, despótica e intratable”. Muy suelto de lengua, afirmó que
“en el cine español solo hay media docena de señores con talento, que lo
hacen bien” y lamentó que a menudo la oferta de nuestra cinematografía
fuese “pura morralla”.
Contó también cómo en 2004 se repuso de un cáncer de colon
al que plantó cara con energía y buen humor. “Si hay que morirse, pues
se muere uno, que ya he vivido lo mío. Mi vida ha sido cojonuda. En
algún momento tiene que acabar”, le dijo a Marcos Ordóñez. En 2009
sufriría un ictus que le postró en una silla de ruedas durante varios
meses.
Entre los muchos galardones que jalonan su larga carrera
están el premio al mejor actor del Círculo de Escritores
Cinematográficos en 1980 y 1982, el premio Luis Buñuel, el Tambor de Oro
de San Sebastián, el premio al actor más taquillero del año en
repetidas ocasiones, el Goya al mejor actor en 1988 por ‘El bosque
animado’ y en 1993 por ‘La marrana’, la medalla de Bellas Artes del
Ministerio de Cultura en 1991 o el premio del Festival de cine de Moscú.
En 2007 llegaba el Goya de Honor, el tercero de su carrera. “Se lo debo
a mi profesión que ha sido lo mejor de mi vida, lo que más aprecio”,
dijo un Landa emocionado, al borde de las lágrimas y confortado por los
aplausos de sus compañeros pero balbuciente y desorientado, con serios
problemas para hilar su discurso de agradecimiento.
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