El catalán soportó tres días enteros a 8.000 metros sin alimentos, hasta que los sherpas acudieron a ofrecerle una ayuda que no fue suficiente
“Estoy todo lo bien que puedo estar dadas las circunstancias”,
aseguraba, el pasado 23 de mayo, el alpinista catalán Juanjo Garra. A
través de la emisora, su voz debió sonar serena. Pero al hacer un repaso
objetivo de sus circunstancias, alguien con la experiencia en altitudes
extremas como Garra debió convenir que con un tobillo fracturado y a
8.000 metros de altura, justo por debajo de la cima del Dhaulagiri
(8.167 m) que acababa de hollar, sólo un milagro de resistencia y
solidaridad podría extraerlo de su pesadilla. Finalmente, se dieron
ambas cosas: sin poder caminar, el catalán soportó sin abrigo ni
alimentos tres días con sus noches a una altitud que devora los
organismos. Aguantó lo justo para ver llegar a un equipo de sherpas que
le enchufaron oxígeno artificial, le hidrataron, alimentaron y
arroparon. Pero no pudieron moverlo de donde se hallaba. Hubo
resistencia sobrehumana y un nuevo ejemplo de solidaridad.
En 2011, ‘Lolo’ y su amigo Garra hollaron la cima del Lhotse. Durante el descenso, se perdieron de vista y el andaluz no alcanzó el último campo de altura. Garra le dio por fallecido y siguió su camino hasta el campo base, donde le aseguraron que ‘Lolo’ había sido localizado vivo a 8.000 metros, aparentemente con fracturas en las piernas que le impedían moverse. Los guías argentinos Damián Benegas y Matoco acudieron en su ayuda y le salvaron la vida. Ese día, Juanjo Garra se reprochó no haber tenido fuerzas suficientes para haber regresado sobre sus pasos a buscar a su amigo. Es más, hizo pública su autocrítica, gesto nada frecuente. En la frontera de los 8.000 metros, querer no siempre es poder.
En esta ocasión, ‘Lolo’ ha permanecido en el último campo de altura esperando a Garra, tratando de brindar ayuda, por esta vez en el lado ‘amable’ de una situación desesperada que nadie conoce como él.
Todos los que han participado en el rescate se encuentran ya a salvo.
De las circunstancias terribles mencionadas por Garra, sólo la
presencia de Kheshap Sherpa iluminaba en ese momento un decorado oscuro.
Si Iñaki Ochoa tuvo en el rumano Horia Colibasanu una sombra que se
negó a abandonarle, Garra ha conocido la misma suerte en la figura de un
sherpa llamado Kheshap, según el blog del catalán, el mismo que tropezó
durante el descenso y provocó la fractura de tobillo del catalán. Los
dos han pasado casi cuatro jornadas peleando por huir de una montaña que
habían hollado con solvencia y que ahora les retenía, encadenados sus
destinos por un percance de apariencia menor pero insuperable en dichas
cotas. Tras pasar la primera noche a la intemperie, la pareja se puso en
marcha al día siguiente, buscando desesperadamente perder altura,
acercarse a la superviviencia. Llegaron a perder 100 metros de desnivel y
ya no pudieron pasar de los 7.900 metros.
Mientras, la alarma sonó incluso en el campo base del Everest, donde Jorge Egocheaga, Alex Txikón, Damián Benegasy Ferrán Latorre se ofrecieron para participar en un rescate que contaba con la inestimable colaboración de Simone Moro y su helicóptero, apenas unos días después de batir el récord del rescate a más altura realizado desde el aire: recuperó a 7.800 metros a un alpinista canadiense en el Everest. Ese día, el piloto Maurizio Folini, a los mandos del aparato de Moro, abrió una puerta a la que se ha aferrado el equipo que pretendía rescatar a Garra.
Con todo, el mal tiempo limitó la calidad de los vuelos del helicóptero: el alemán Dominick Moller junto a tres sherpas alcanzó a pie el campo 3, portando bombonas de oxígeno. Desde ese punto, dos de los sherpas lograron alcanzar ayer el punto en el que se hallaban Garra y Kheshap. Esa misma tarde, Kheshap alcanzó por sus medios el campo 3. Si bien el helicóptero no pudo superar el campo 3, rescató en varias tandas al menos a ocho personas varadas en dicho campo: la víspera, el aparato encontró y rescató de forma casual a un alpinista indio que se encontraba perdido hacía dos días por encima de 7.400 metros y ayer hizo lo propio con cinco miembros una expedición India, y dos sherpas de una alpinista japonesa desaparecida cerca de la cima. En uno de los vuelos, el helicóptero pudo depositar en el campo 3 a Egocheaga y Mingma sherpa, quienes supieron del fallecimiento del catalán cuando caminaban a su encuentro. Hubiera hecho falta un trabajo enorme para salvar la delicada travesía que conduce hasta el campo 3, o contar con el helicóptero para extraer al herido antes de afrontar la travesía en la que falleció el aragonés Pepe Garcés en 2001. En esta misma montaña fallecieron en 2007, sepultados por un alud, el también aragonés Santiago Sagasta y el navarro Ricardo Valencia.
La espera de Manolo González
En el mismo campo 3, a unos 7.500 metros de altitud, el andaluz Manolo González ‘Lolo’ ha vivido el reverso de una situación angustiosa.En 2011, ‘Lolo’ y su amigo Garra hollaron la cima del Lhotse. Durante el descenso, se perdieron de vista y el andaluz no alcanzó el último campo de altura. Garra le dio por fallecido y siguió su camino hasta el campo base, donde le aseguraron que ‘Lolo’ había sido localizado vivo a 8.000 metros, aparentemente con fracturas en las piernas que le impedían moverse. Los guías argentinos Damián Benegas y Matoco acudieron en su ayuda y le salvaron la vida. Ese día, Juanjo Garra se reprochó no haber tenido fuerzas suficientes para haber regresado sobre sus pasos a buscar a su amigo. Es más, hizo pública su autocrítica, gesto nada frecuente. En la frontera de los 8.000 metros, querer no siempre es poder.
En esta ocasión, ‘Lolo’ ha permanecido en el último campo de altura esperando a Garra, tratando de brindar ayuda, por esta vez en el lado ‘amable’ de una situación desesperada que nadie conoce como él.
Todos los que han participado en el rescate se encuentran ya a salvo.
Mientras, la alarma sonó incluso en el campo base del Everest, donde Jorge Egocheaga, Alex Txikón, Damián Benegasy Ferrán Latorre se ofrecieron para participar en un rescate que contaba con la inestimable colaboración de Simone Moro y su helicóptero, apenas unos días después de batir el récord del rescate a más altura realizado desde el aire: recuperó a 7.800 metros a un alpinista canadiense en el Everest. Ese día, el piloto Maurizio Folini, a los mandos del aparato de Moro, abrió una puerta a la que se ha aferrado el equipo que pretendía rescatar a Garra.
Con todo, el mal tiempo limitó la calidad de los vuelos del helicóptero: el alemán Dominick Moller junto a tres sherpas alcanzó a pie el campo 3, portando bombonas de oxígeno. Desde ese punto, dos de los sherpas lograron alcanzar ayer el punto en el que se hallaban Garra y Kheshap. Esa misma tarde, Kheshap alcanzó por sus medios el campo 3. Si bien el helicóptero no pudo superar el campo 3, rescató en varias tandas al menos a ocho personas varadas en dicho campo: la víspera, el aparato encontró y rescató de forma casual a un alpinista indio que se encontraba perdido hacía dos días por encima de 7.400 metros y ayer hizo lo propio con cinco miembros una expedición India, y dos sherpas de una alpinista japonesa desaparecida cerca de la cima. En uno de los vuelos, el helicóptero pudo depositar en el campo 3 a Egocheaga y Mingma sherpa, quienes supieron del fallecimiento del catalán cuando caminaban a su encuentro. Hubiera hecho falta un trabajo enorme para salvar la delicada travesía que conduce hasta el campo 3, o contar con el helicóptero para extraer al herido antes de afrontar la travesía en la que falleció el aragonés Pepe Garcés en 2001. En esta misma montaña fallecieron en 2007, sepultados por un alud, el también aragonés Santiago Sagasta y el navarro Ricardo Valencia.
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