Bob Dylan fue el único que predijo en voz alta lo que las encuestas no se atrevieron a determinar: Barack Obama ganó ayer la reeleción por goleada.
De los once estados indecisos que decidían las elecciones, el
presidente se llevó nueve y aún seguía pendiente el resultado de
Florida. Con esa victoria clara volvió la elocuencia de un político que
anoche inspiró al país como en los viejos tiempos. “Nuestra economía se
está recuperando. Una década de guerra se está acabando. Una larga
campaña termina ahora. Y tanto si me he ganado tu voto como si no, he
aprendido de vosotros y me habéis hecho un presidente mejor”, aseguró al
revalidar su mandato. “Y con vuestras historias y vuestras luchas
vuelvo a la Casa Blanca más decidido y más inspirado que nunca para el
trabajo que hay que hacer”.
La lección más importante que ha aprendido en estos
últimos cuatro años es que tendrá que ser un político mucho más astuto y
capaz de trabajar con la oposición para poder sacar adelante sus
promesas de justicia y bienestar social. Durante cuatro años el partido
Republicano dejó claro que su principal misión no era reflotar la
economía, sino encargarse de que perdiera la reelección. Ahora que eso
está fuera del camino, el mandatario prometió tender la mano a los
líderes de ambos partidos “para trabajar unidos en resolver los desafíos
que sólo podemos superar juntos: reducir el déficit, reformar el código
fiscal, arreglar nuestro sistema migratorio y liberarnos de nuestra
dependencia del petróleo extranjero”.
Entre el público, Shayna Kramer, de 33 años, era una de
los que saltaban de júbilo y se desgañitaba con gritos de emoción.
“Estoy orgullosa de mi país. Ellos tenían el dinero, nosotros la gente
para movilizar el voto, y fue la gente la que ganó”. “Ellos” eran Mitt Romney
y los republicanos que han convertido esta campaña en la más cara de la
historia, sin que por ello hayan conseguido arrebatar a los demócratas
la presidencia ni el Senado. El equilibrio de poderes es prácticamente
el mismo de antes de las elecciones, por eso hace falta un nuevo
espíritu para romper el obstruccionismo que ha bloqueado cualquier
avance en los últimos años.
También Romney, que aspiraba a ser el primer presidente
mormón, le dedicó sus oraciones para que tenga éxito en la misión de
guiar al país en los tiempos difíciles que se avecinan y pidió poner a
un lado las diferencias. “Esta nación, como sabéis, está en un momento
crítico. En un momento como este no podemos arriesgarnos con peleas
partidistas y posturas políticas. Nuestros líderes tienen que cruzar el
hemiciclo para hacer el trabajo del pueblo”, exhortó.
Lágrimas y ángeles
Y si los políticos que les escuchaban están aún
resentidos por las heridas que ha dejado la reñida batalla electoral, el
público congregado en el pabellón del McCormick Place estaba listo para
volver a creer en los mejores ángeles a los que cantó anoche Obama, con
banda sonora de Bruce Springsteen. “Este país tiene más riqueza que
ninguna otra nación, pero eso no es lo que nos hace ricos”, entonó.
“Tenemos el Ejército más poderoso de la historia, pero eso no es lo que
nos hace fuertes. Lo que hace excepcional a EE UU son los lazos que unen
a la nación más diversa sobre la Tierra y la creencia de que tenemos un
destino común”.
A Mildred Johnson, una promotora de conciertos de 38
años, casi se le saltaron las lágrimas. “Eso es algo que he estado
echando de menos durante mucho tiempo en mi vida personal, en mi negocio
y en mi familia”, confesó. Cuando Obama aseguró que el sueño americano
es posible para blancos, negros, hispanos o indios sin importar la raza,
el sexo o el color, Vantasia Johnson se estremeció. “Para mí ha sido un
discurso muy personal”, contó. “Fue como si me estuviera hablando a
mí”.
Esta vez la magia de Obama
no se desbordaba por las calles de Chicago como hace cuatro años, pero
se concentró en el pabellón y llegó a los hogares por las pequeñas
pantallas que trasladaron grandes aspiraciones y promesas. “Algo mejor
nos espera mientras tengamos el valor de seguir buscándolo, de seguir
trabajando, de seguir luchando”, les aseguró el presidente. Él mismo “a
pesar de todas las frustraciones de Washington”, aseguró tener “más
esperanzas que nunca” en el futuro del país que gobernará durante los
próximos cuatro años. Y con esa lluvia de papelillos y baño de masas
regresará dentra de unas horas a Washington, para intentarlo de nuevo.
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