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lunes, 11 de marzo de 2013

Pedro II y se acaba el mundo

  • JOSÉ ANTONIO FÚSTER

    Cuando el cardenal protodiácono salga a la balconada de San Pedro y grite con indisimulado regocijo: "Gaudium magnum; habemus Papam", unos cuantos corazones que conocen las profecías de San Malaquías se encogerán a la espera de conocer el nombre del nuevo Pontífice.
    El elegido podrá llamarse Anacleto, Inocencio, Urbano, Benedicto, Pío o Clemente... Sólo hay un nombre prohibido. El nombre de Pedro. Porque Pedro II y se acaba el mundo. El dicho no es un pareado infantil y desafortunado, sino que se basa en un documento publicado en 1595 por un monje benedictino llamado Arnoldo de Wyon que atribuye a San Malaquías de Armagh (1094 - 1148), arzobispo irlandés, la redacción de una lista con lemas y comentarios sobre los 112 Papas que habrían de suceder a Inocencio II. Ciento doce papas y ni uno más.
    Acerca de ese último de los papas que anticipa la destrucción de Roma y el Apocalipsis, San Malaquías escribió el siguiente y terrible lema: "La gloria del olivo. Durante la última persecución de la Santa Iglesia Romana reinará Pedro el Romano, quien apacentará a su rebaño entre muchas tribulaciones; tras lo cual, la ciudad de las siete colinas será destruida y el tremendo Juez juzgará a su pueblo. Fin”. Es decir, el fin llegará con el Papa número 112 después de Inocencio II.
    El número 111 fue Benedicto XVI.
    Pedro II y se acaba el mundo
    Pero antes de adelantar el Apocalipsis, vayamos un momento al siglo XII. En aquel tiempo, ser Papa era una tragedia. Güelfos y Gibelinos luchaban en Roma por la supremacía de uno de los dos poderes universales que se disputaban el dominio del mundo, a saber: el Papado (güelfos) y el Emperador del Sacro Imperio Germánico (gibelinos). A la muerte de Honorio II, en 1130, güelfos y gibelinos eligieron cada uno a un nuevo Papa. Los gibelinos de la familia Pierleoni, apoyados por la mayoría de los cardenales, eligieron a Pietro Pierleoni, que tomó el nombre de Anacleto II.
    Los güelfos de la familia Prangipani, mientras tanto, eligieron a Gregorio Parareschi, que eligió ser llamado Inocencio II en homenaje al papa Inocencio I, un halcón del siglo VI que destruyó a los heréticos pelagianos que negaban la existencia del pecado original. Anacleto II contaba con el apoyo del pueblo y fue coronado Papa en San Pedro. Inocencio II tuvo que huir y exiliarse en Francia. Sin embargo, en constatación de quien resiste, vence, el antipapa Anacleto murió e Inocencio convocó el Segundo Concilio Lateranense en el que los obispos le prometieron obediencia.
    Escopeta de feria
    Y fue entonces, según el relato del benedictino Arnoldo de Wyon, cuando Malaquías de Armagh, el arzobispo católico irlandés, un reformador de la Iglesia, fue a visitar al Papa y le entregó la lista de los 112 pontífices que habrían de sucederle antes de que “la ciudad de las siete colinas (Roma) fuera destruida".
    Según el mito, Inocencio II, confortado por lo que esa lista significaba de victoria de Roma frente al Imperio Germánico, mandó que la ocultaran en los archivos, de donde la rescató el monje Arnoldo de Wyon cuatro siglos después, en 1590, y la publicó en 1595.
    Un repaso de las profecías revela que el grado de acierto de San Malaquías es altísimo hasta 1590. Calixto II, el sucesor de Inocencio II, fue predicho por Malaquías como “Ex castro Tiberis” (Del castillo del Tíber), y da la casualidad de que Celestino II (1143-1144) nació en Città di Castello, en la ribera del Tíber. Otro ejemplo: Lux in ostio (La luz en la puerta), que corresponde al pontificado de Lucio III (de 1181a 1185), cardenal de Ostia (puerta en latín). El lema de San Malaquías para el último Papa de 1590 también fue un éxito: “El rocío del Cielo”. Urbano VII sólo se sentó doce días en la silla de Pedro. Breve como el rocío.
    Es curioso, pero los aciertos hasta esa fecha corresponden con un libro de biografías de los Papas escrito por un bibliotecario agustino en 1557. Es posible que el monje benedictino tuviera acceso a ese libro y por eso, a partir de 1590, Malaquías (o Arnoldo de Wyon) no diera ni una. Apenas un cinco por ciento de sus lemas tienen una traslación creíble, el 50 por ciento son falsas y en el resto de los casos hay que hacer encaje de bolillos y ejercicios de buena fe para forzar la unión de lemas y pontificados. Por ejemplo, "Ignis Ardens", o fuego ardiente, referido a Pio X porque, agárrense, los exégetas aseguran que nació el día de Santo Domingo de Guzmán cuya orden tiene por escudo una antorcha encendida.
    En resumen. Por un lado hay una posibilidad de que San Malaquías escribiera una lista en el siglo XII que fue ocultada con esmero durante cuatro siglos, que un monje la descubrió, que la lista acierta todos los papas hasta 1590, que falla como una escopeta de feria a partir de ese momento y que predice el fin del mundo a partir de la elección del próximo Papa.
    Por otro lado, cabe la posibilidad de que el monje benedictino Arnoldo de Wyon se lo inventara todo. La decisión de creer o no queda, pues, en manos del lector.
     
    Pedro Romano Bertone
    En el caso de el lector crea en las profecías de San Malaquías, debería estar atento a la posibilidad de que en breve, dos tercios de los cardenales elijan Papa al cardenal Tarcisio Pietro Bertone, nacido en Romano Cavanese. Es decir, un Pietro Romano, como dice la profecía apocalíptica. Hay otros Pedros electivos, como el africano Peter Turkson o el arzobispo de Sao Paulo, Odilo Pedro Scherer... pero Bertone sería perfecto. Un Pedro Romano. Demasiado perfecto para San Malaquías.

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