Los
mercados y los causantes de la "estafa de la deuda" no son entes tan
abstractos. Se pueden dividir en subsistemas hasta localizar el foco de
las decisiones, es decir, tienen nombre y apellidos.
El actual
desplome global, el peor desde la Gran Depresión de hace 70 años, vino a
remachar el último clavo en el ataúd de la globalización. Ya asediada
por unos hechos que mostraban el incremento de la
pobreza y de la desigualdad cuando los países más pobres experimentaron
poco o ningún crecimiento económico, la globalización se ha visto
terminalmente desacreditada en los dos últimos años. El proceso,
anunciado con bombos y platillos, de la interdependencia financiera y
comercial invirtió su marcha para convertirse en correa de transmisión,
no de prosperidad, sino de crisis, de una deslocalización empresarial,
de la destrucción de las industrias nacionales, la precariedad laboral, y
lo que estamos a punto de presenciar: el colapso económico.
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